domingo, 2 de diciembre de 2012

Varios soles


Porque si hablo de sueños, yo casi siempre sueño en violeta.
A veces cruzo los brazos sobre el pecho como si se me fuera a escapar el alma. Y tanto creo en vos que me abrazo a tu recuerdo y me consuelo. Porque me hice más grande que el miedo.

Tanto creo en vos que cuando se me hace de noche, me ilumina la luz de nuestra casa. Nuestro hogar. Y la luz de ese sol que todavía no salió pero que sé que pronto estará ahí. Ya casi.
Un sol, varios soles.
Soles que ya estaban escritos desde antes de nosotros. Que me visitan en sueños. Y nuestra casa. Y nuestros sueños infinitamente más grandes que todo.
Tanto creo en vos que decidí que me iba a quedar desde antes de haber llegado.

martes, 20 de noviembre de 2012

Ciertas premoniciones.




Camino por la vereda cuando baja el sol y te recuerdo. Rostros conocidos, las mismas calles. Si hasta me parece que el aire es el mismo que en ese entonces.

Tengo un extraño sentido de pertenencia con los lugares. Algunas veces creo que las calles por las que anduvimos juntos son nuestras. Otras, que nosotros le pertenecemos a ellas. De vez en cuando siento que cada árbol, cada pájaro y cada esquina me desconoce cuando no estamos juntos. 

No sé desde cuándo, pero desde hace mucho tiempo tengo esa certeza.

Y es entonces cuando todo cobra sentido. Desde antes de que nos conociéramos, ellos ya formaban parte de nuestro plan divino.

Un día caluroso de diciembre, una premonición, una canción, cinco viajes, treinta y tres abrazos, cien lágrimas y mil suspiros.

Creo que encontré a tus hijos, te dije.

Creo que ellos nos encontraron a nosotros, me corregí.

domingo, 21 de octubre de 2012

Piedritas en la pared.

Hola, Virginia ¿Podés salir a jugar?
No. Recién me llamó mi abuela que ya está lista la merienda. Más tarde.
Pucha. Bueno, te espero acá afuera.
No, mejor andate a dar una vuelta en la bici y volvé después, Rosario.
Bah. ¿Por qué?
Porque siempre tocás las piedritas brillantes de la pared y se rompen. Son de mi abuela.
Nada que ver. Qué mala sos, las estoy mirando no más.
Las estás tocando y se van a salir. Son de mi abuela, te digo.
¡Andá! Sos re mala. Además son feísimas las piedras esas, parecen vidrios de botella.
Vos sos una envidiosa. Le voy a contar que le estás rompiendo la pared y que decís malas palabras, no me va a dejar juntarme con vos.
¡Mentirosa! ¿Sabés qué? No hace falta, nena. Andá a jugar con tu abuela, yo no juego más. Te vas a quedar sola por egoísta. Chau.

Y, efectivamente, después de casi veinte años Virginia está bastante sola. Me contaron. Su abuela aún vive y yo, cuando paso por ahí, como hice siempre a partir de esa tarde, camino cerquita y como quien no quiere la cosa, rozo con un dedo o con dos las piedritas brillantes de la pared. Y sonrío. Y recuerdo. Y tengo ocho años otra vez. Y vuelvo a sonreír.

lunes, 15 de octubre de 2012

La felicidad es otra cosa.


Cocino para uno, pero en realidad para dos. El vidrio está empañado y dejo una marca con el dedo. Un trueno. Mientras se calienta el agua miro con los ojos ciegos y helados por la ventana hacia no sé dónde. De esos momentos en los que mirar es sólo una excusa para mantenerse despierta, para mirar sin ver. Para recordar. Te recuerdo. 
Entreabro la ventana y llega ese olor a lluvia que me gusta tanto. Respiro profundo, cierro los ojos y retengo el aire la mayor cantidad de tiempo posible, como para que me llene el alma si es que se puede.
Pero la felicidad es otra cosa.
Como cuando bajo del taxi de tu mano sin mirar atrás y con la certeza de que ya no me falta nada. Como cuando te veo sobre mí, sonriendo en silencio, abrazándome el pecho y el alma con los ojos cerrados. Ese instante de felicidad abrumador e inconciente en el que nada más importa. Que se caiga el mundo a pedazos, vamos.
Otro trueno me saca del trance y me obliga a soltar el aire de golpe y ahora, la mirada atónita sobre el agua hervida derramada sobre la cocina.
Es otra noche más de esas que significan una noche menos. Y yo sigo acá esperando. Esperando y extrañando los futuros que aún no sucedieron.
Es que a partir de vos la felicidad, la felicidad es otra cosa.

jueves, 2 de agosto de 2012

Otro sin título.

En medio del silencio de la noche lo escucho. 
Llega corriendo y llorando. Hace ruido descaradamente. 
Abro los ojos y.. ¿Viste la hora que es?
Golpea las ventanas. A veces una, a veces todas.
Siempre logra despertarme.
Lo que no logra es que me asuste, ya somos viejos conocidos.
Me viene a buscar pero no me pregunta si quiero ir.  
Es tan caprichoso que...
Vuelvo a cerrar los ojos.  
Me dejo llevar y él me lleva como dormida, ignorando el tiempo y el espacio. 
Soy del viento, me digo. 
Voy donde él quiera llevarme.

miércoles, 13 de junio de 2012

Tu abrazo y mi sonrisa.

Imaginar tu abrazo, viajar tan sólo con un pensamiento.
Recordar, desear y sonreír al mismo tiempo.
No se me ocurre mejor conexión que esa.
Cuando sonreímos juntos, nos hacemos tan grandes y fuertes
que la distancia y el tiempo se vuelven nada.
Cerramos los ojos y desaparece,
estamos acá, juntos otra vez.
Y yo estoy de nuevo ahí,
volviendo a nacer en ese primer abrazo,
con el que te metiste dentro mío
para siempre.

lunes, 21 de mayo de 2012

Lunes.

Salto de la cama a las seis. Más temprano que de costumbre. Estoy tranquila pero me parece que te extraño. No me acuerdo bien qué día es hoy. Los lunes tienen esa mezcla rara de pesimismo y esperanza, de nostalgia y olvidos que me confunde y me fascina a la vez. Qué sé yo.
Apago un cigarrillo a medias después de casi tres días sin fumar. No me puedo dar el lujo de perder el colectivo hoy. O sí. Ya desde lejos se ve repleto de gente. Las pocas miradas desconocidas que se cruzan con la mía, tienen esa hostilidad característica que sin palabras me dicen: "No me preguntes nada, no me mires, ni siquiera te acerques. Hoy es lunes."
Al menos esta vez conseguí asiento. Ya me estoy acostumbrando a viajar en esos que te enfrentan cara a cara con la mayoría de los demás pasajeros. Casi puedo decir que ya no me mareo. Pero a las miradas que examinan aburridas, a esas sí que no me acostumbro. Así que miro por la ventanilla evadiendo al mundo. Cierro los ojos. Y ahí es cuando te veo mejor. Pero es sólo por un rato, el viaje se pasa rápido. Las ganas, como los lunes, no.
Por primera vez en mucho tiempo no voy tarde. Me atrae esa adrenalina de sentirme al límite con el tiempo. Sinceramente y en secreto, me pasa con casi todo.
Fin del viaje. La calle. Como de costumbre me enojo con los que caminan lento y haciendo zig zag. Apuro el paso, adelantando gente. De repente me llegan a la mente imágenes, que se transforman en recuerdos, que ahora es nostalgia. Una vez caminamos juntos por esta vereda. Cierro los ojos. Te veo caminando a mi lado. Los abro. Listo.
Hoy el mundo parece estar conspirando contra mis ganas de olvidarme de que es lunes.
El café ya está frío, pero lo termino igual. Es temprano todavía y esa intolerancia desafiante que corta el aire como un cuchillo parece no tener en sus planes irse.
Cierro los ojos. Te veo diciéndome que todo va a estar bien. Los abro. Listo.
Puedo seguir. Tal vez el lunes se pase rápido. Tal vez todos los días que faltan vuelen. Qué sé yo.

miércoles, 18 de enero de 2012

Él, Vos, Aquél y Yo.

Ya no sé hace cuántos domingos que no te veo. Y la casa es un desastre.
Tres, dos, uno, yo y ninguno.
Como si no tuviera suficiente.
Siete cigarrillos apagados frente a una sonrisa pixelada.
Una carta, varios poemas sin título ni dedicatoria.
Un corazón agolpado en la camisa azul.
La taquicardia eterna y el insomnio.
Dos manos con un pasado inconfesable.
Tu narcisismo insoportable  y  mi falsa modestia.
Un café, noches largas y pocos días.
Él, vos, aquél y yo.