lunes, 5 de octubre de 2015

Cosas que pasan.

Ayer en Mendoza llovía livianito. Y cuando en Mendoza llueve, todo se desbarajusta un poco; la gente no quiere ir a trabajar, los autos andan como locos porque tienen poca experiencia bajo ese tipo de condiciones climáticas atípicas, los colectiveros andan enojados y la gente se malhumora más fácil. Yo no fui la excepción. Tenía que ir al centro a hablar con unos tipos insoportables de una agencia que creían que yo, con mi mochila llena de pelos de gatos y mis zapatillas de lona, venía a robarles el negocio. Ayer todo me chupaba un huevo porque estaba enojada con la vida y aunque sabía que la reunión era formal, me vestí como se me cantó. 


Bueno, la cosa es que después de que pasó una camioneta y me salpicó el pantalón con barro, (esa calle está en muy mal estado, la odio también) escuché un bocinazo seguido de una puteada. Salí de mi ensimismamiento negativo y miré hacia adelante. A media cuadra iba un señor de unos sesenta años, muy flaco, pelo canoso y gorrita mojada. Muy desabrigado: camiseta manga larga blanca, pantalón roto de corderoy y alpargatas. Roto pero limpio, el señor, que me hizo a acordar a mi abuelo cuando era más joven, iba empujando un carro con cartones. La calle es de subida y llena de pozos, llevaba la ropa mojada y se notaba que físicamente el hombre estaba bastante desgastado como para hacer ese tipo de trabajo. Iba por la orillita del camino con su carro, por la vereda obviamente no se puede. A él no sólo lo salpicaron sino que lo insultaron. Él fue, para mí en ese momento, el "podría ser peor"; yo podría haber sido, para él en ese momento, el "de qué se queja". 


Obviamente para la gente que pasaba abrigada en sus autos, para quienes estaban enojados en la parada porque el colectivo no pasaba, para la señora que salió a sacar la basura y se metió rápido (tendría la tetera en el fuego) e incluso para mí, ese señor era un punto en la calle. Un detalle más del cuadro lluvioso. Una cosa más de todas las cosas que no están bien en "la sociedad" (entrecomillo porque odio que digan la sociedad como si fueran "los otros". La sociedad sos vos y soy yo, eh.) y que ni yo ni nadie puede cambiar. Era cierto que yo no podía hacer nada para cambiar la realidad de ese hombre pero me dejó pensando mucho. A lo lejos vi venir por fin el colectivo, todavía estaba a la vista el señor del carro porque avanzaba despacito. Cerré los ojos, sentí una gota fría en uno de los párpados y me apuré a pensar: "ojalá seas feliz, hoy, mañana, algún día. Ojalá cuentes con un abrazo cuando te haga falta, llegues a tu casa y tengas una comida calentita. Ojalá nadie más te insulte, ojalá puedas trabajar, ojalá no te enfermes. Ojalá alguien más pueda pensar en vos un ratito con amor." No creo que se haya enterado de que pensé así sobre él, tampoco creo que haya cambiado nada en su vida. Pero sentí que era todo lo que podía hacer en ese momento y lo hice. Creo que de eso se trata...


Y a mí... a pesar de ir vestida muy inconvenientemente para la ocasión, me fue bien en la reunión.